Archive for septiembre 2008

SOLO COMO AMIGOS

septiembre 11, 2008

   Última vez que salgo con ella… y que la ve alguien…

   -No, Freddy, yo te quiero, pero no así, te quiero como amigo.

   ¿No odias cuándo te salen con esto al final de la velada que no sabías si era mala o buena? La llevaste al cine, la paseaste, alimentaste, bailaste, le reíste los cuentos, interminables y tontos, y ella pareció creer que lo hacías porque eres chévere y ella más chévere todavía. ¿Realmente creyó que buscaba su amistad, tal vez por que la encuentro inteligente o graciosa? ¿En qué pensaba? Con rabia ácida te dices para tus adentros: “no, sé que no piensa, eso era lo que me gustaba de ella”. La banalizas, la rebajas, curiosamente así te sientes mejor. Botando aire pero con cuidado de no parecer un búfalo resollando, intentando no amarrar la cara en demasía (después de soltarte la frasecita te mira, tal vez buscando absolución, o comprensión, como si te importara un carajo ahora sus sentimientos), para que no te haga una escena. Lo único que te falta para coronar la noche.

   -¿Amigos…? Entiendo… -masticas las palabras y las dejas escapar con una bocanada de rabia contenida.

   -No estás molesto, ¿verdad? -se le oye algo preocupada.

   Puede ser porque teme herirte, o porque fuiste tú quien la llevó y ahora le asusta que la dejes botada en una esquina de Caracas a las doce de la noche (“en su esquina de siempre”, te dices con veneno). Y después de todo, ¿por qué ibas a molestarte? Sí, gastaste tiempo, esfuerzo y dinero (y la acidez sube hasta tu garganta) y ahora te salía con eso, cuando pudiste haber invitado a la prima, que aunque no tan bonita, en cuanto se rasca pierde la conciencia de lo que hace. Y sí (buen Dios), la cena fue carísima, la muy… majadera comió como desesperada, como una perdida a la que encuentran, más que una lima nueva. Seguro debían dolerle las mandíbulas. Y ahora reparas en que parece tener demasiados dientes.

   -No, no estoy molesto…

   -¿Seguro? Porque tienes una cara… -e intenta sonreír.- Sabes que me interesa mucho tu amistad. Para mí es importante. -se esfuerza en hacerte sentir mejor.

   Sí, ahora intenta remendar el capote sabiendo que la jodió. ¡Qué boba!, ¿acaso no entiendes que si a la silla se le rompe una pata y caes de culo entonces si me sentiré un poquito mejor? Imaginar la escena me llena de adrenalina, pero también me da cierto consuelo.

   -Vámonos, que mañana madrugo. –la cortas, pero cuidando de no volcar la silla mientras te pones de pie. Es cuando te mira falsamente inocente.

   -Me agradó salir contigo, deberíamos repetirlo. –y es justo en ese momento, cuando abres la boca para decirle lo que realmente piensas de ella y de su madre, que comprendes  que ella se lo estaba buscando; sí, señor juez, ella se lo buscaba.

Julio César.

FRONTERAS DE BROKEBACK MOUNTAIN

septiembre 7, 2008

   Cuando se habla de Brokeback Mountain es frecuente oír de personas que la encontraron maravillosa, increíble, pero deprimente y que nunca más la verían. Pero hay otros que la han visto y han sufrido de una forma intensa, por cuestiones muy propias e íntimas, pero que regresan una y otra vez a verla, en la sala, ante la gran pantalla, porque era necesario, como si de una dura enseñanza se tratara. Cuántas veces hacemos cosas de las que después nos arrepentimos, pero que se explican porque simplemente no se soportaba más; y cuántas veces no debemos oír los reproches de aquellos que dicen que estuvo mal lo que hicimos, sin detenerse a preguntarse por qué lo haría, si él o ella no son así. De un episodio de esos, quiero hablar aquí.

   De los grupos encontrados en la Web, leí un relato que me pareció hermoso (doloroso en ese momento en que tan sensible andaba; vaina, estaba mal), y que quiero reproducir aquí, más como una adaptación a la venezolana. El sitio correspondía al blog de un tal UNANGEL, lamentablemente no recuerdo bien toda la dirección, creo que es español. Aunque sí hay algo que puedo decir de él, ama esta película… y a Jack Twist. Es de ese relato, FRONTERA, y de varios comentarios de sus amigos, que quiero hablarles aquí. Espero que no se molesten conmigo. Es más como un tributo a un cierto Jack que conocimos.

                                                     FRONTERA

   -Deja que te quite la tristeza, gringo; déjame quererte…

   El hombre avanza lentamente por la calleja oscura arrastrando los pies, con la vista baja, terriblemente avergonzado de verse expuesto así a las miradas insolentes de los putos que lo observan recostados de las paredes en penumbras. El caminante no quiere estar allí, se siente mal con tan sólo recorrer la calleja, pero no puede evitarlo. No quiere estar solo. No ahora, no esa noche, porque sabe que cuando finalmente se detenga lo alcanzará en oleadas grandes el dolor del rechazo, del desamor, de la crueldad del ser a quien tanto ama. Y esa noche cree que no podría resistirlo. No solo. Así que camina, alzando fugazmente la mirada, indeciso en lo que busca, engañándose a sí mismo, porque sabe bien que quiere encontrar un destello de cabellos claros, o un rostro enjuto al que pareciera costarle sonreír, una cara como tallada en madera. En las sombras, en otras caras, busca el rostro de alguien que no está allí, que no está a su lado, pero que, tal vez, en la oscuridad pueda imaginar que si, ahuyentando la pena y la soledad.

   -Desea compañía… señor… –surge una voz de la oscuridad, de pronto. Una voz joven, fuerte, falsamente solicita.

   El muchacho, un mexicanito muy joven a decir verdad, de actitud desafiante y ofrecida, está recostado de un muro y se endereza para que el gringo admire su postura. El joven entiende que lo sorprendió apareciendo así. El hombre no lo había visto ya que caminaba con la cabeza baja y el sombrero muy calado sobre los ojos, como si no deseara realmente ver lo que hay a su alrededor. Pero el joven, sabiéndose bien parecido, comprende cuando gusta y repara en que cuando al fin lo detalla, una sonrisa leve de aceptación, y algo de azoro, aparece en ese rostro, una sonrisa jovial y amistosa que casi eclipsa con su intensidad las penumbras del rostro, mientras asintiente con la cabeza.

   El joven no necesita más y comienza a caminar hacia un callejón rumbo a la pieza donde atiende sus negocios, con el hombre a su lado. El muchacho sonríe leve en las sombras, notando como otros putos le lanzan miradas de envidia. Sabía por qué: había enganchado al gringo bonito, y para los otros sólo quedaban los tipos gordos y groseros, siempre hediondos a borrachera, que se embriagaban antes de ir al callejón a atender otros asuntos. Él se había llevado el premio de la noche, el tipo joven de apariencia amable. Y eso infla su ego de muchacho, y sonríe con suficiencia… hasta que nota la distante y evaluadora mirada que el gringo bonito lanza en el camino que recorren, lleno de basura regada, o amontonada en bolsas y pipotes, que ofendían al olfato. Y eso no le gustó por alguna razón al muchacho.

   Cuando llegan ante una ruinosa escalera que sube, el joven le indica con el pulgar que es por ahí. Y se estremece desconcertado, cuando el otro lo mira, con esos ojos azueles grandes que parecen iluminarlo todo. Es una mirada de hermandad, de reconocimiento, pero también había tristeza de un dolor viejo. Y por primera vez en mucho tiempo, el joven siente vergüenza de su vida, de su oficio, de lo que hace. Porque hay dos cosas que comprende rápidamente, que ese joven señor de rostro agradable, sonrisa hermosa y mirada limpia, cargaba su propia pena, un dolor que lo atormentaba y producía ese brillo febril de angustia en sus pupilas; y lo otro es que, aunque ese tipo andaba mal por algo, aún le alcanzaba la bondad para lamentarlo por el, para sentir algo como pena por el joven puto de dieciocho años que cada noche hacía mil veces el recorrido del callejón a las escaleras, del momento del contacto al del dinero arrojado, del fin del negocio al asco personal. En esa mirada le parece leer mil preguntas: ¿Qué lugar es este, muchacho? ¿Cómo has llegado hasta aquí, niño solitario? ¿Quién eres tú realmente, muchacho? Eso lo altera de forma violenta, pero aunque quiere rebelarse y molestarse con el gringo que lo cuestiona, hay tanta bondad, inocencia y tristeza en los ojos del otro que no puede sino sentir congoja. ¿Por qué tenía que mirarlo así, carajo, como si no fuera sólo un pedazo de carne barata? Eso no le gusta.

   No lo entiende, ¿por qué le afecta tanto ese tipo? Él no era ningún marica. Él los usaba, se vendía, vendía su cuerpo, pero nada más. Los odiaba. Los despreciaba, sentía rabia cuando llegaban esos tipos bravucones sucios, que lo tocaban y lo usaban brutalmente, como si necesitaran mostrarse toscos y desdeñosos para estar con otro, con uno que se vendía. A él no le interesaba nada de eso. Les tenía asco, el acto entre hombres le parecía un pecado. Lo hacía por plata, y en cuanto tuviera suficiente se marcharía de allí con su novia de toda la vida, bien lejos de la jodida y maldita frontera que acababa con esperanzas e ilusiones como sus desiertos terminaban con los que soñaban con el Paraíso del otro lado. Era por ello que el joven siempre exhibía su plan de batalla a esas alturas del negocio, frente a las escaleras: pedirle al cliente algo de beber en el bar cercano. Y generalmente lo complacían, porque eran los sabrosotes, lo que tenían plata, o porque lo querían más agradecido. Bebían y bebían y él deseaba que se rascaran y durmieran, hasta la hora de quitarle sus honorarios. Pero allí, pisando el primer escalón, duda. Duda y lo mira, y el hombre le corresponde nuevamente con esa maldita sonrisa, abierta y franca, y el joven siente que las piernas le tiemblan un poco, porque se sorprende pensando en que un tipo así debía amar suave y bonito.

   -Me llamo Jack… -dice sin saber a santo de qué, el hombre.

   -El pago es por adelantado. –responde ronco el joven, pragmático, queriendo sonar rapaz y mezquino. Tiene que colocar barreras, alzar muros que lo protejan. Quiere dejar bien sentado que sólo son negocios.

   Pero no es lo que siente, no es lo que desea expresar, porque mientras el tipo asiente suave, sin inmutarse, sin sorprenderse o desagradarse por sus palabras, el joven comente el error de mirar nuevamente esos ojos de frente. Y sí, había aceptación a lo que pedía. Pero también había tristeza, mucha, tal vez por sus palabras, u otras palabras que alguien le dirigiera ya. “¿Qué tienes, gringo guapo? ¿Por qué te ves tan triste? ¡Coño, no me veas así!”, no puede dejar de pensar el joven, asustándose. No, debe poner distancia entre esa mirada azul, azul cielo infinito, azul lago profundo, sin fin. Pero la mirada estaba allí, la de un tipo joven, Jack, que deseaba sumergirse en el deseo de la carne, pero también escapar de algo que lo tortura. Y el muchacho sabe que se pierde, que ya no entiende lo que siente o lo que hace. Ahora sólo piensa en tenerlo desnudo para él, al alcance de sus manos, quiere recorrer con sus dedos cada pedazo de la piel de ese otro hombre, quiere sofocarse bajo su peso, quiere bañarse con el sudor que brotará de sus poros, y con espanto, admite que haría lo que fuera, iría tras ese tipo a dónde le dijera, si pudiera borrar esa melancolía de sus ojos. Se siente tembloroso mientras suben a la pieza, embargado por la urgente necesidad de tener a ese otro carajo para sí.

   Pero el joven ya lleva muchas noches recorridas desde el callejón a su pieza y sabe cómo terminará todo. El atractivo gringo lo usará, se saciará en él y luego lo hará sentirse basura, y él suspiraría de alivio cuando lo viera salir por la puerta. Él sabía que una vez dentro del cuarto, Jack sería desagradable, lo degradaría haciéndole notar que no era nada, sólo carne de alquiler. Un cuerpo que estaba ahí para ser usado. Un cero a la izquierda de la humanidad. Nada. Y cuando el dinero cayera sobre la mesita, la cama o al piso, como algunos hacían, la mirada de horrible victoria que leería en esos ojos le diría sin palabras: ¿Esto es lo que vales? ¿Es esto lo que tengo que pagar para volver a hacer contigo lo que me de la gana? Coño, que vida tan mierda llevas, muchacho.

   -¿Cómo le gusta, señor? ¿Arriba o…? –no puede evitar decir, con rencor, cuando la puerta se cierra a sus espaldas, mirando al otro hombre. Pero en aquel tipo, Jack, de sonrisa jovial y tímida, de ojos hermosos, de facciones agradables, sólo puede leer algo de vergüenza. Pero parecía más una vergüenza de sí mismo, que por el joven puto. Nota que hay deseo en aquel tipo, pero también angustia, como si le costara estar allí, como si lo que más deseara en este mundo era encontrarse en otro lugar y con otra persona, alguien a quien necesitaba tanto que aún allí, en esa pieza, frente a un puto, podía sentir cerca. Y el joven se estremece otra vez: “¿Qué pasa, gringo? Deja tu tristeza, coño. Deja que yo te borre esa pena del alma”.

   -¿Sabes?, de momento no quiero hacer nada más como no sea echar un sueñito. Será algo rápido, te lo juro. No voy a robarte todo tu tiempo. –le sonríe entre apenado y suplicante, como si lo necesitara en verdad.- Quiero dormir… abrazado a alguien. Necesito hacerlo. Quiero que apagues la luz, nos metamos a la cama y que yo te abrace y…

   El joven, intentado ser desdeñoso, se encoge de hombros. Y lo observa mientras se quita el sombrero, la camisa y las botas, para luego salir del pantalón. Lo mira hipnotizado. No era un tipo grande o musculoso, pero era un carajo fuerte, de cuerpo extraño, que parecía marfileño a la parpadeante luz del anuncio de neón al frente de la ventana. Era un cuerpo atractivo, y el joven se pregunta cuántos, y quiénes, más lo habrían visto haciendo eso, pareciéndole que era el sujeto más guapo del mundo. Era un tipo del que alguien podría enamorarse, se dice asustado, ignorando que una vez, hace algunos años, otro hombre joven lo había visto así, semidesnudo a la rojiza luz de una hoguera, esperándolo con anhelo, entregándosele con ternura. Ignora que ese otro también se había enamorado. El joven nota como el gringo va al camastro y se mete bajo las sábanas, sin preocuparse de lo estrecho que es, de lo delgado del colchón, del olor a rancio y sudor viejo que emanaba de él.

   -¿Vienes? –pregunta al fin, Jack, desde la cama, esperándolo.

   El joven lo hace a toda prisa, perdida su mirada en dos puntos azules que iluminan su camino. Se desviste con afán por entrar al lecho, preguntándose en qué momento perdió su objetividad y profesionalismo. Apaga la luz y se mete a la cama a su lado, y por un momento no ocurre nada más. Están allí, en la oscuridad, silenciosos y sin moverse. “¿Qué pasa, gringo, por que no te mueves? ¿No viniste a esto? ¿No querías mi cuerpo?”, se pregunta atormentado el joven, sintiéndose agitado, excitado y listo para actuar, costándole controlar la respiración para que ese otro tipo no sepa que lo desea. Finalmente se tiende hacia Jack y lo medio hala hasta que sus cuerpos chocan. Y Jack estaba calentito, vital. Los cuerpos se pegan, los brazos se enlazan y nada más. Por un momento, sabiéndose ya perdido por alguna razón, el joven recuerda el momento exacto en el cual, al ir por el callejón, deseó salir corriendo alejándose de ese hombre guapo, de sonrisa dulce y mirada hermosa. Escapando.

   Yacen desnudos y no pasa nada. Transcurre un segundo, un minuto, una eternidad… y el hombre de mirada intensa cierra los ojos con fuerza, como para no ver lo que hace ni el lugar donde está. “Dios mío, que él nunca se entere, porque me moriré si veo el asco o el repudio en sus ojos. Que nunca se entere de lo que hago, Señor, porque no sabré explicarle que no lo hago porque esté caliente o lleno de rabia. Juro que no. Es que siento que me ahogo, que necesito aire, que necesito a alguien que me saque a flote y no me deje morir. No te engaño, Ennis, no te ensucio, soy yo quien lo sufrirá, porque soy quien traiciona lo que ama. Pero tenía que escapar del dolor, de ti y de esa carretera donde estabas con tus hijas. De esa carretera donde fui a buscarte sintiendo que se me iba a reventar el corazón de esperanza, de alegría y de amor cuando supe que te habías divorciado al fin. Pensando… no sé qué pensé. Que tal vez me dirías: ahora estaremos juntos, quédate conmigo, te necesito, Jack… Pero sólo encontré tu crueldad. Huí a este lugar porque necesito sentir que alguien me quiere, aunque sea fingido. Lo hago porque necesito sobrevivir hasta la próxima vez que te vea y hagas un gesto que indique que no quieres que me vaya. Entonces estaré otra vez a tus pies, adorándote, esperando que digas… lo que nunca dirás. Necesito sobrevivir hasta ese momento, y si hubiera estado solo está moche, sé que algo terrible habría pasado, y ya no habría esa próxima vez. Te lo juro Dios, te lo juro Ennis…”.

   Silencio. Sólo hay silencio, pero el joven entiende que algo muy grave le ocurre al gringo. Lo siente en el sofoco de su respiración, que cae directamente sobre su cara, de lo juntos que están. Es por ello que cuando la primera gota ardiente y salada rueda por esa mejilla, ensombrecida por una rala barba que parece jamás desaparecerá del todo, ésta cae sobre la comisura de los labios del joven puto que se estremece, sintiéndose mareado, asustado y maravillado. Con la punta de la lengua, amparado en las penumbras, la recoge y la toma, encontrándola parecida al agua de mar.

   -¿Está bien, señor?

   Jack no responde, sólo abre los ojos cuajados de lágrimas y rueda, hasta que su barbilla y mejilla izquierda caen sobre el pecho del joven, donde se tensa y tiene que contener un sollozo feo que le sale del alma, estremeciéndolo todo. Es un sollozo ahogado, silencioso. No hay gemidos ni batuqueos, porque es el llanto de un hombre duro, de uno que siempre oyó que los hombres no lloran, y muchos menos por otro carajo. No, no estaba bien el gringo guapo. ¿Cómo estarlo si no yacía junto a la persona que más amaba en la vida, y que lo había rechazado una vez más, con sus desplantes, como si se burlara de sus sentimientos? ¿Cómo iba a estar bien si le costaba respirar o pensar, o contener esa tristeza que lo estaba matando, esa tristeza que lo quemaba de tanto extrañar al otro, una tristeza que le dolía tanto? No, no podía estar bien, y no lo estaría hasta que volviera a estar así junto a él, sintiendo su corazón latir contra el suyo, su piel contra su piel, sus brazos rodeándolo, haciéndole creer que nunca nada malo podría sucederles mientras estuvieran juntos. No, él solo volvería a estar bien hasta que un beso de amor, de Ennis, lo elevara otra vez hasta las cumbres del Cielo. No, no estaba bien en esos momentos y por eso se abraza al puto, escondiendo la cara en su pecho, conteniendo el llanto por otro hombre, en la viva imagen del débil marica, como lo acusaría su padre si supiera.

   El joven siente como ese carajo lo abraza con más fuerzas, como se estremece todo, en un llanto sin sonido, como lo baña con sus lágrimas, y él también siente ganas de llorar. No puede hacer nada más que bajar la barbillas y apoyarla en la negra cabellera del tipo, de ese tipo que iba volviéndosele demasiado importante ya. Se quedan silenciosos y quietos, pero por alguna razón ajena, el muchacho ahora más que nunca es conciente de la horrible pieza donde está, sin cristales en la ventana, de la cama vieja que cruje y hiede, de la luz de neón barato que los iluminas. Todo era horrible en esa pieza menos aquel tipo cálido que lloraba de amor. Porque el joven no se engaña. Aquel tipo estaba sufriendo, sufriendo mucho, porque había amado demasiado. Y siente dolor, un dolor que no entiende hasta que no lo reconoce como odio y celos. Odia al otro tipo que no está allí de cuerpo más sí en espíritu, porque tiene que ser otro tipo, quien lastimó al gringo. Lo odia terriblemente. Y celos porque le da rabia que el gringo llore y sufra por él. “No llores gringo. Deja de llorar. Deja de sufrir. Deja que yo te ame. Deja que yo te quite ese dolor. Déjame, gringo, y haré que olvides y que tengas paz. Déjame, y te borro toda esa tristeza del alma. No sufras por quien no se lo merece. ¿Quién podría no quererte, gringo? Sólo un maldito, sólo alguien que ya está maldito. No sufras por él, gringo. No llores más”.

   “¿Dónde estás ahora?”, cruza por la mente del otro hombre.

   El calor sofoca dentro de la habitación y comienzan a sudar sin haberse movido. Y el hombre sigue quieto, con el rostro pegado al pecho del joven. Y el otro no aguanta más. “Deja de llorar, maldita sea. Mírame. Vuelve conmigo a esta cama. Deja de vagar por esos corredores de dolor, gringo”, se dice con celos e impotencia. Quería que ese tipo dejara de sentirse mal para verle otra sonrisa tonta y bella, quería verse en su mirada otra vez, en esos ojos azules grandes y expresivos, que debían saber como decir, sin palabras, te amo. Se estremece asustado, sorprendido y gozoso de lo que padece en esos momentos. Poco antes esa noche había considerado no salir hasta después de las once, y de ser así no habría conocido al gringo, y no sabe si hubiera sido mejor o no; pero ahora estaba feliz. Asustadamente feliz de haber ido y encontrarlo, y tenerlo allí.

   Deseaba, como no había querido otra cosa en la vida, consolarlo, tomarse todas sus lágrimas y verlo sonreír otra vez. Está totalmente seducido por ese hombre al que intuye fuerte, apasionado y entregado. También entiende que Jack no está allí buscando un rato de solaz, de sexo, de carne contra carne. No está ahí escapando por calentorro o por vengarse de nadie. Ese tipo había llegado buscando algo que pareciera ternura de lejos. Amor, aunque no fuera real. Y él iba a dárselo si podía apartar de sí la tristeza y rabia que iban invadiéndolo mientras el otro lloraba. Es en ese momento cuando el hombre levanta el rostro, se pasa una mano por los ojos, apartando lo que puede y le sonríe otra vez,  pidiéndole perdón, como avergonzado de su extrema mariconería, pero agradecido también. Y el joven siente que el mundo se pone azul, que su vida ahora tenía el azul también. El azul de esa mirada que era capaz de hechizar, enamorar, y de robar la paz.

   -Gracias… -susurra en su mal español, y el joven se asusta por un momento.

   -Ah, no, gringo. Nada de eso. –casi le reclama, presintiendo una despedida en el aire. Le toma el rostro entre las manos y, desde su propio punto de vista hasta hace media hora, hace algo terrible y monstruoso: su boca busca y atrapa la del lloroso gringo, que aún tiembla un poco.

   Lo besa y piensa que ya nada más importa. Y cuando la lengua del otro responde, tímidamente, siente que alcanza la gloria. Y tal vez así sea realmente. Por un rato el mundo ha dejado de existir. Algo había acabado, algo comenzaba. El joven se revuelve contra ese hombre y nada más ocupa su mente. Es comprensible. Es muy joven, y por eso podía desear con tanta locura a ese otro tipo, queriendo tenerlo para si. Es tan joven que podía brindar cariño y ternura todavía, porque su corazón aún no era una cáscara vacía ni una piedra tirada en el camino. Y es tan joven que podía darse el lujo de ser egoísta, terriblemente egoísta, y pensar que sólo ellos dos contaban en esos momentos. Ni por un segundo cruza por su mente que alguien más podría estar sufriendo en ese instante, una tercera persona.

   No sabe que aún a esas horas, un hombre delgado de cabellos claros, de rostro enjuto como tallado en madera, mira con pesar infinito hacia una larga y oscura carretera que parecía alejar algo de su vida. Ese hombre no puede olvidar que nuevamente ha dejado escapar a la persona que más ama en el mundo aunque nunca ha podido decírselo. Y que sufre al recordar la última mirada, dolida y algo llorosa ya, de esos ojos azules que se alejaban defraudados una vez más, reclamándole sin palabras, con un dolor muy vivo, preguntándole sin voz: ¿cómo puedes lastimarme tanto? Le duele, le duele saber que los dos meses que faltan para verse nuevamente son largos, y que esos días de tenerlo a su lado escaparán como agua entre sus dedos, de prisa, sin piedad, mientras él, rumiando malhumorado, deseará que duren una eternidad. Incluso le duele saber que dentro de dos meses no encontrará odio, rencor o resentimientos en esos enormes ojos, sino que verá otra vez el amor brillar en ellos, el perdón, la comprensión y el secreto deseo, y esperanza, de oírle decir: te extrañé mucho, Jack.

   Ennis desea que el tiempo vuele para sentir nuevamente el calor de su Jack, su cuerpo; para perderse en sus ojos, abrazándolo y besándolo, gritándole con todo su ser lo que la necia boca se negaba a transmitir, que no puede seguir adelante sin él. Y siente rabia y dolor, porque sabe que en cuanto estén juntos otra vez, ya estarán despidiéndose nuevamente. Siente rabia contra el mundo que lo aleja de su amor. Odia su miedo a la burla, al escarnio, al que dirán, que le hizo ser cruel con Jack cuando aquella camioneta pasaba por la carretera y él temió que otros los vieran e imaginaran algo raro. Odia y maldice al padre que lo llevó a ver a ese muerto en una zanja. Maldice el que no se pueda retroceder el reloj y volver a ser el muchacho que no hablaba, tímido, y conocer nuevamente a ese alegre y bonito tipo que lo mareaba, lo enloquecía y que una noche le entregó su amor, sin palabras, sin esperar nada, sólo porque lo deseaba; Dios, cómo deseaba regresar a ese año, a esa montaña, cuando fue realmente feliz.

   La noche es oscura, pero sus miedos son más negros. ¿Y sí no volvía? ¿Y sí se cansaba de ser defraudado una y otra vez? ¿Y sí una tarde llegaba al punto de reunión y Jack jamás aparecía? La piel se le eriza feamente sólo de imaginarlo. Él podía resolver eso fácilmente, ¿y sí le decía que si, que se fueran juntos y así pudieran dormir cada noche abrazados, en una cama grande, y despertar y besarse, y amarse sin miedo a ser vistos o juzgados al salir de un lugar? ¿Y sí…? Pero sabe que no lo hará, nunca podría. Y su mirada se cuaja de lágrimas, que ruedan con esfuerzo por sus mejillas, silenciosas. Son lágrimas amargas, que lo queman, porque no tienen consuelo. Llora porque nadie está ahí, porque nadie puede presenciar su debilidad, su amor, su angustia. Tampoco hay nadie allí que lo toque, lo conforte o le diga que todo pasará. No hay nadie que le tenga piedad, piedad que ni él mismo se permite para sí o para el hombre que ama. No hay un joven puto que se encandile con él, ni una ex mujer que sólo lo miraría con asco si le contara, ni unas hijas pequeñas. Está solo, y mientras mira hacia la carretera, se pregunta: “¿Dónde estarás ahora?”, y las lágrimas bajan, pocas, saladas, con desconsuelo. Para él no hay nadie que pregunte: ¿está bien, señor…?

Julio César.

LA LOCURA DE LA ERA

septiembre 7, 2008

   La humanidad parece moverse por modas periódicas, como cuando los negros usaban afros y ahora andan calvos. No cosas inocentes como la de modelos anoréxicas que deprimen a todo el mundo por lo flacas y huesudas o por ser tan distintas a las gorditas, porque la moda es ser esquelética. No, hablo de las modas serias, desde las ideológicas a las económicas. Para cada década hay una, por un lado, una panacea, algo que resolverá todo los padecimientos, que traerá empleos, casas, dinero, comida y cinturas esbeltas a los obesos. Pero también están las otras, las graves y terribles de las que nos salvamos de chiripa. Siempre hay un peligro latente, amenazante, real, como un monstruo debajo la cama, que intentamos no ver, no pensar en él, pero siempre ahí a la hora de dormir. Peligro del que salimos sin saber muy bien cómo. Pero jamás podemos respirar tranquilos, primero porque después de vivir en el temor por la crisis pasada (ni cuenta nos damos cuando deja de existir, sí es que desaparece), ya esta es substituida por otra. La mala, la que, ahora sí, en verdad va a terminar con todos.

   Durante los setenta, lo más lejos que me lleva la memoria y eso forzándola (créanme), la moda eran las declaraciones sensacionalistas, alarmantes y aterradoras de gente preparada, que uno suponía que sí sabían de lo que hablaban. Y tal vez era verdad. No, de cierto sabemos ahora que era verdad, pero ¿por qué no se cumplieron sus aterradores augurios? (gracias a Dios). A esos pájaros de mal agüero se les llamó: LOS PROFETAS DEL DESASTRE (nada que ver con un presidente venezolano que más o menos por esos tiempos también ejercía su magia, transformar los reales en deuda pública, el doctor Luis Herrera Campin). Por esos días se dijo que el alarmante aumento de la población mundial, unido a la escasez de alimentos, traerían horribles hambrunas (en parte se cumplió), que un kilo de granos llegaría a costar más que una tonelada de oro, y sería más escaso. Que habría guerras por comida, que masas enteras caerían muriendo de inanición y una gran cantidad de pestes como consecuencia de la desnutrición azotarían al resto. Pero eso no era todo, aducían que como subproducto de todo ese crecimiento demográfico, vendría el más completo abuso al medio ambiente, que los desechos de basura oliente (nunca mejor dicho) y moliente serían montañas y montañas; que se agotarían los recursos naturales y habría envenenamiento por subproductos químicos.

   Eran los lejanos setenta, pero ya se hablaba del aumento de la temperatura como resultando del incremento de los gases de invernaderos, los cuales dejaban que los rayos del sol llegaran a la tierra, pero no dejaban escapar el calor resultante al espacio ya que los atajaban; gases que causarían cientos de miles de víctimas por problemas respiratorios. Ese calentamiento incrementaría el deshielo de los polos aumentando el nivel de los mares, obligando a comunidades enteras a escapar y desplazarse de un lugar a otro. Y mientras tanto, los enemigos del ozono, los fluorocarbonados, lanzados alegremente por gobiernos, industrias y gente común a la atmósfera, terminarían hiriéndolo de muerte, acabando con el escudo natural del planeta, ese que nos protege de la terrible radiación infrarroja proveniente del sol, amén de otros rayos locos que andan por ahí viendo a quien le caen. El panorama pintado por los profetas no podía ser más desolador y deprimente. O moríamos de hambre, o nos ahogaban las olas cuando los mares comenzaran a subir. Y aún aquellos que lograran sacar la cabeza del agua se encontrarían con que terminarían achicharrados por los rayos cósmicos; fuera de que había que tener en cuenta que si no había comida, tampoco habría fuerzas para nadar en ese océano de calamidades. ¡Todo un desastre!

   De esa época hubo una película de ficción que fue alarmante, y un fiel reflejo de los temores de toda aquella era: CUANDO EL DESTINO NOS ALCANCE. Todo queda dicho en ese título. Un mundo gris, agobiante, de privilegios increíbles para algunos, comer una lata de dulce, y lo apretado, deprimente y feo de los otros. Un mundo agotado, acabado, sin esperanzas de escapar a ninguna parte. Y al final, el gran descubrimiento: agotados los suelos cultivables y los mares, aún el plantan, sólo podía hacerse comida con personas: el famoso soylent verde. ¿Qué otra cosa podía hacerse? Nada, una vez en la ratonera no queda sino patalear para sobrevivir, y existir otro triste día en la trampa. Sin embargo, de alguna manera la humanidad sobrevivió a pesar de todo (y hay quiénes con aires muy convencido y doctos dudan de que exista Dios), ya que a ningún país le importó un pito semejantes anuncios. Ya en esa década los políticos no eran más que simples empleados de los grandes negocios, desde Estados Unidos a la extinta Unión Soviética, y éstos ya tenían listas sus bases en la luna para escapar del planeta moribundo, con las maletas llenas de plata. Porque dichas instalaciones fuera del planeta deben tenerlas, ya de que otro modo no se explica tanta imbecilidad en hombres de negocios o los voceros oficiales de superpotencias. Ya deben tener un refugio para que los hijos, nietos, y los nietos de estos, existan fuera del mundo que mataron. ¡Es lo lógico, ¿no?!

   Y eso que en los setenta no estuvo tan de moda (ah, ¡las modas!) el estudio que hablaba del peligro del deshielo del polo que arrojaría toneladas y toneladas de de litros de agua dulce al mar, variando la salinidad y por lo tanto las corrientes marinas, creando un posible enfriamiento cuando las corrientes no pudieran llevar agua caliente del ecuador a las zonas ubicadas en los trópicos, variando la temperatura, enfriándola. Tal vez en la película El Días Después de Mañana (ah, que bien lo hizo Jake Gyllenhaal), se halla exagerado, pero muchos geo paleontólogos suponen que esa pudo ser la causa de las eras glaciares que acabaron con tantas especies en este mundo. En fin, peligros por todos lados; cuesta entender cómo no hemos desaparecido ya.

Julio César.

DE RESORT

septiembre 7, 2008

   -Apúrate que debo volver al canal. –jadeó como una gatita.

   No sé si son ideas mías, pero esta bella chica me recuerda a esa narradora de noticias televisivas, la de CNN en español. ¿Será?

……

   -Hummm… por favor, ponme más bronceador…

Julio César.

DESDE EL MAR DEL NORTE

septiembre 4, 2008

   Del blog de Mar del Norte siempre se extrae (bueno, únicamente debería leerse, no sacar) hermosos párrafos, sonetos y versos. Estas líneas las reprodujo de Luís Antonio de Villena, y al leerlas uno puede visualizar sin ningún esfuerzo dos rostros, dos corazones que comienzan a descubrir la intensidad de un sentimiento, tal vez hasta con sorpresa. Podemos ver, al menos yo, a un vaquero muy joven aún, rudo y cerrado dentro de sí, descubriendo con asombro, alegría y temor la intensidad de una pasión que aflora en presencia de otro ser humano (uno cálido y atractivo). Disfruten estas líneas, y lamento no haber anotado el título, pero si alguien lo sabe, que participe (a veces es duro no saber si hay quien lea):

……

   ¿Qué es esto que tengo, que me asusta y me llena de dicha?

Me recreo ante tu cuerpo como ante un paisaje imprevisto.

Me sorprende verte en la desnudez juvenil,

y ansío recorrerlo, como una anhelada geografía.

Me ves pensando en la umbría vegetal de algunas grutas,

o en el agua del muslo donde brillan las venas.

Me perderé en un bosque que cruzo con mis manos,

y pediré una larga estepa donde los labios hablen.

Me ves sorprendido, anonadado, pensando en habitarte.

Y tú, mientras, te abandonas al cálido primor del aire.

Te dejas en la luz, que te navega;

y si miro tus ojos vuelvo al jardín oscuro donde es verano el verde.

Te miro otra vez y casi no te creo posible.

Fulges, encantas, guarda tu cuerpo el hechizo insabido de la tierra.

Y despacio sonríes al irme yo acercando,

atónito, hacia ti mientras el sol nos cubre con su luz,

nos desdibuja, y nos va metiendo en la calma inmensa y rubia de la tarde.

Luis Antonio de Villena

……

   Hermoso, ¿verdad? Tal vez dejo volar mucho la imaginación, pero parece que el autor hubiera conocido a nuestros jóvenes amantes. O tal vez el amor sí es universal y las palabras que lo describen se aplican a todos los seres humanos de este mundo, aunque dudemos de su naturaleza o de su verdad.

Julio César.

EL GUASÓN, EL VERDADERO SEÑOR OSCURO

septiembre 2, 2008

   Hace una semana, justamente el sábado pasado, fui por fin a ver BATMAN, THE DARK NIGHT. Estuve esperando que pasara la avalancha, pero esta amenaza con continuar por un tiempo más. Además, había dos peligros muy reales que podían arruinarme la excursión, que leyendo reseñas me enterara de más cosas de las que convenía, o que algún amigo se fuera de la lengua diciéndome lo que no quería saber. Aparentemente todo el mundo conocido la ha visto ya; entre sonrisas de sorpresa se decían, frente a mí, “pero ¿no fue increíble? Dios, qué malvado era el Guasón, era un loco terrible”. Y les picaba realmente la lengua por contarme cosas. Sabía que no tardarían en hablar como si yo no estuviera presente por más que les gruñera que callaran. Por eso fui ese sábado, aunque cometí un error: dije que iría.

   Muchos se anotaron para volver a verla, cosa que es un fastidio. Todo el mundo sabe que cuando los conocidos saben el argumento y te acompañan comienzan con ‘esta parte es increíble’, ‘fíjate en esto, mira que esto es importante más adelante’. EL ATAQUE DE LOS CLONES me la arruinaron así. Pero no, guardaron silencio durante casi toda la película, y ahí medí qué tanto les había gustado. Por mi parte sólo diré: ¡qué cinta! Fue genial. Ya BATMAN BEGIN me había gustado, la forma tan humana en que fueron presentándola, y al mismo tiempo tan oscura, tanto en los motivos como en las acciones, te atrapaba. El Espantapájaros era un villano que inspiraba realmente temor… Pero nada de todo eso me preparó para esto. La trama está ingeniosamente hilvanada, todo detalle confluye hacía un fin agobiante, hacia una explicación lógica, aplastante, asfixiante, y todo, TODO, gira alrededor del verdadero protagonista: el Guasón.

   Batman, el señor Christian Bale, es nuevamente ese hombre atormentado que quiere escapar de su deber, de una doble faceta que lo marca y le impide ser feliz, el héroe que no lo es, moviéndose en las sombras, entre lo bueno y lo malo; su actuación es buena. Maggie Gyllenhaal lo hace bien, comedida, no era una película para ella. Por ahí se le critica que no era hermosa ni nada por el estilo, que es difícil entender el amor de Batman y del Fiscal de Distrito por ella, uno que es casi obsesivo. Obviamente tal superficialidad no necesita replica, la gente ama a quien quiere y punto, y cuando ocurre no ve defectos, fallas o problema, todos son cualidades, y el personaje de Maggie las tenía. El ahora comisionado Gordon, Gary Oldman, mantiene el ritmo anterior, y se luce, el resto brilla menos. Es la actuación de Heath Ledger la que se lleva la palma de oro, haciendo palidecer a los otros. Su Guasón es el mejor (siendo el peor ser imaginable) que ha existido nunca. La película la toma para sí desde que aparece, su actuación es escalofriante, su físico refleja casi la degeneración muscular de una personalidad trastornada. Y pensar que hubo un tiempo cuando se le tuvo únicamente por un surfista agradable en películas tontas luciendo una boinita sonrisa. Su Guasón es intenso y aterrador, porque de cierta manera resulta coherente y también atractivo.

   Como ya indiqué por ahí, me preocupaba que Heath Ledger hubiera aceptado el reto de darle vida a este villano en particular. A mí jamás me gustó, lo veía como un payaso idiota desde los tiempos de la vieja serie, aunque César Romero lo hacia muy bien, y luego el Guasón de Jack Nicholson, que fue bueno pero que a mí no me impresionó. Dupla buena de malvados eran Gatúbela y el Pingüino, De Vito y Michelle Pfeiffer estuvieron en su punto. Temí, por Ledger, que este personaje pareciera una caricatura, o que todos dijeran que fue una pifia comparándolo con Nicholson; pero no, fue todo lo contrario. Como saben soy admirador del catire australiano (uno dolido aún por su partida), así que no describiré su actuación con mis palabras, usaré las de otros. Tampoco contaré aquí lo que sucedió durante la cinta, aún la transmiten y todo el que vaya merece verla con sus propios ojos, sin dejarse llevar por el parecer de otros, por eso no reproduje aquí toda la crítica que le hizo un señor Alberto Servat, en su blog, ya que aunque fue magnifica, muy completa y detallada, describe, creo, cada toma. Sin embargo me permití (claro, el pobre nada sabe), sacar algunos comentarios llegados a su página.

   Pero si quiero reiterar que el Guasón estuvo inmenso, él fue el centro y eje de todo, desde la primera toma cuando lo vemos de pie esperando que todo comience, hasta la última, aquella en que Batman debe huir por callejones oscuros y estrechos, perseguido, acusado y acosado por todos, como un Jack Bauer cualquiera en 24, que después de ‘salvar al mundo’ debe correr de aquellos que quieren cazarlo o matarlo. Al final, cuando las luces se encienden, uno siente un nudo en el estómago por Batman (el héroe que Ciudad Gótica merece pero no el que necesita en ese momento), pero ni aún en ese instante uno puede odiar totalmente al Guasón (o no sé si me pasa a mí que lo admiro), porque hasta el último instante uno casi entiende las posturas de este criminal, aunque no las comparta para nada. Batman, y el comisionado Gordon, ganan, ¡pero a qué precio! El Guasón se los hizo pagar bien caro; él fue detenido, Dos Caras también, la mafia fue aniquilada, y sin embargo Gordon lo expresa bien: Fracasamos, el Guasón triunfó, nos venció, tomó al mejor de nosotros y lo destruyó. Y es cierto, habían fallado. Lo que Batman hace es tender una cortina sobre los hechos, ocultándolos, pero la verdad es la que expresó el Guasón, en sus propias palabras: él ganó la batalla por el alma de Ciudad Gótica. Y en el aire queda flotando que nos probo, a todos, corroborando que puede corromperse a cualquiera, llevando, de ser necesario, a la sociedad toda ‘al lado oscuro’. Y eso a pesar de la victoria de la gente común en aquella prueba cruel montada por nuestro villano.

   Mientras se van sucediendo las escenas, cada maldad peor que la anterior, cada movimiento anticipado para lograr una victoria sobre el tablero, cada nuevo crimen, el Guasón logra realmente inspirar temor. Ya cuando ha transcurrido hora y media de cinta, verlo aparecer daba miedo, porque no se sabía exactamente con qué saldría. Pero no quiero contar más, dejemos pasar un poco de tiempo y podremos hablar del poder de una sola personalidad cuando enloquece y actúa sin reglas ni frenos morales o éticos, dejando a toda una población a su merced (Hitler fue uno, Idi Amin fue otro; en América latina se levantan varios). Ya hablaremos de la locura que puede atrapar a toda una sociedad cuando es acorralada contra un muro, cuando ya no pueden correr o esconderse, enfrentada a la disyuntiva de matar o morir, cuando el miedo es tan grande y enloquecedor que sólo se puede responder con violencia, sin pensar, únicamente gritando, enseñando garras y colmillos.

   Estremecedora será siempre esa escena, luego de lo del hospital, cuando en un bar o cafetería, en la televisión, la gente ve al Guasón decir que para esa noche la ciudad será suya, que quienes no se quieran someter deben salir ya; y la gente se para toda. Y uno piensa: guao, van a huir, van a dejar todo lo que tienen, sus cosas, sus casas, sus empleos, todo; pero ¿cómo no hacerlo?, ¿cómo no entenderlos? Ante la locura del Guasón esa gente sólo pensó en lo básico, sobrevivir, así que escaparían a la carrera, desesperados, huirían dejándolo todo atrás. Eso pasó en Ciudad Gótica; pero también antes, en los Balcanes, y en Afganistán, y en los territorios controlados por las FARC en Colombia. Huir, escapar; para el hombre y la mujer aterrorizados, que comprenden que las leyes y la civilización no pueden protegerlo, no queda otro camino.

   Hasta el humor que se manejó en la cinta fue oscuro, algunas frases provocaban risas, pero no eran de diversión o felicidad, más bien de ironía, de acidez. Me encanta cuando Alfred pregunta si será acusado de cómplice y Bruce replica: “¿Cómplice? Diré que todo fue idea tuya”; o cuando el Guasón sale del hospital, con la locura viéndosele en los rasgos, en el andar, el tarareo, encontrando que aquello que planeó no ocurre como imaginó, desconcertándose y golpeando un aparato de control como quien le da a un televisor que se quedó sin sonido. Memorable también fue su dialogo con Dos Caras, cuando dice que él no planea: “¿Parezco alguien que planea? Soy como un perro en la calle que corre tras los autos; yo hago cosas”, su gesticulación fue hilarante, pero macabra, perversa. Mala.

   Sí, esta cinta fue increíble, pero leamos algunos comentarios enviados al blog de este señor Servat, donde se cuelan una que otra indicación sobre lo que sucede en la película, así que quien quiera llegar virginal al cine, que no continúe leyendo.

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   Hola, bueno escribo este comentario tras llegar a casa de ver el filme. Superó todas mis expectativas, me pareció una cinta totalmente perturbadora y que me desgastó, no creo que sea por la duración, sino que creo más bien porque uno como espectador se llena de desconsuelo y de pesar. Nolan nos hizo entrar a un mundo que avergüenza, la escena final me dejó sumamente triste. Lo que hace Heath Ledger va más allá de una actuación vendedora, ha creado un verdadero monstruo que cada vez que aparecía me generaba sonrisas, no de gracia, sino de miedo y nerviosismo. Ya entró a la historia seguro. Esta cinta es devastadora. Menos mal que existen creadores como Christopher Nolan que nos dicen que el entretenimiento puede ir de la mano con la calidad, con la honestidad, con la genialidad.

Publicado por: Will Munny

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   Buenos días señor Servat.

   Al analizar la obra de Nolan, podía notar en la obra del director la relatividad del bien y del mal, con obras como insomnia y the prestige. No me entusiasmó mucho el saber que iba a dirigir Batman begins. El resultado de la película es interesante, al ser un súper héroe que es un héroe. Ósea muy reducido en comparación a un Superman que detiene aviones o un Spiderman que detiene trenes. Luego de tanta campaña publicitaria vi la película. Son realmente impresionantes las dimensiones del Joker, como se menciona en la película las frases el héroe que necesitamos y el héroe que merecemos, el Joker es el villano que nos merecemos. Me hubiera decepcionado encontrar uno de sus primeros diálogos ciertos, ¿el abuso de un padre puede hacer a un niño convertirse en tal criminal? Felizmente nada de eso es cierto. El miedo que se siente de pensar que el Joker es algo tan humano, algo infrahumano, algo que no se puede matar ni destruir, porque es verdad que son sus ideas las que convencen, no hay nadie sobre el, inquieta mucho. Ningún villano puede decir algo que el Joker no haya dicho ya.

   Ante todo esto, creo que la película debió llamarse The Dark Joker, lo mas moral de la película, y que puede pasar desapercibido es la frase: “Yo ya he tomado una vida, usted no. Yo se lo que se debe hacer. Usted debió hacerlo hace 10 minutos”; frase de un criminal que hubiera sido demasiado cliché para hacer explotar un buque. Sólo una persona que ha matado sabe la catástrofe emocional que se siente, y solo un «criminal» sabe algo así, matar o morir, no es una elección, simplemente no se puede elegir.

   Única cosa que pudo derrotar al guasón, tan lleno de la maldad humana, la virtud humana. Sobre Batman no puedo hablar, porque cualquier cosas que se diga sobre el, no se compara a lo que dice el Joker. No me gustan mucho las escenas de peleas con cámara en mano, muy llenas de acción típica de blockbuster, todas las escenas del guasón son memorables, especialmente la del hospital, cuando su insania mental se refleja también en su exterior, en su caminar, en sus brazos, etc.

   Ahora, las dimensiones sobrehumanas del Joker, se reflejan al quemar el dinero, que era el único «motivo» que parecia tener en toda la película, incluso al decir, que no quería matar a Batman, uno se queda demasiado intrigado. Es como si el Joker solo quisiera hacer aflorar lo peor de la humanidad. Pregunta: ¿planeo todo o no lo planeo, o simplemente va viendo lo peor que puede pasar si lo hace? ¿Difícil no?

    Un blockbuster muy bien hecho, dimensiones diferentes a la de Tim Burton. Logran resultados diferentes. Gracias a el hermano de Christopher Nolan por el guión.

Jack Nicholson Joker – humano.

Heath Ledger Joker – demonio

Publicado por: Hans M Camac

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   Qué pálidos y envejecidos han quedado esos comentarios apresurados que leí en algunos blogs señalando que Iron Man era el mejor cómic llevado a la pantalla alguna vez. El Caballero de la Noche es, como bien dices, un prodigio fílmico, que profundiza allí donde más duele -en los principios morales- y que, sin embargo, no deja de entretener. Como en el «Batman» de Burton, el Guasón se roba la película gracias a la extraordinaria actuación de Heath Ledger, que hace una construcción precisa de un enajenado que supera cualquier delirio. Creo que la fugaz inclusión del Espantapájaros en los primeros minutos tiene como misión no solo darle continuidad a la historia, sino también decirnos que la locura desatada que mostró en «Batman Inicia» era solo un juego de niños frente a la amoralidad absoluta de un sujeto tan despiadado y chirriante como El Guasón.

   Ya Ledger había entregado una sentida actuación en El Secreto de la Montaña, película injustamente desplazada de los Óscar por el anacronismo infame de los miembros de la academia. Me parece, como dices, que es muy prematuro hablar de un premio póstumo, pero sería muy injusto que no obtuviera al menos una nominación como actor secundario. Es más, la academia sería muy injusta si no considerase a esta película en varias categorías (película, guión, dirección, dirección artística, maquillaje, fotografía, música). Y así como otros grandes filmes nos regalaron frases inolvidables, el ¿Why so serious? (¿Por qué tan serio, muchacho?) será imposible de borrarlo de nuestras mentes. Saludos

Publicado por: Pedro Ortiz Bisso

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   Yo también pensé que era sólo publicidad, pero ¡qué actuación! Heath Ledger es el centro y alma de esta gran película. El guasón es el corazón (lleno de maldad, pero motor de la película). Muy recomendable. Y muy acertadas las críticas Alberto, esperemos mas entregas de este Director.

Publicado por: Ledif

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   Buenos días. El viernes estuve tentado a leer la crítica que haces a «The Dark Knight», y fue acertado que recomendaras no seguir leyéndola si no se había visto la película. ¿Qué decir de esta película? Es una obra de arte arrasadora. En mi concepto, la mejor película de cómics jamás filmada. Batman Returns y Spiderman 2, fueron las películas de ficción que han quedado desde el día de ayer que vi The Dark Night, tan solo como buenas películas. Esta segunda entrega de Nolan, es espectacular. Creo que más que una cinta que envuelve la lucha eterna del bien y del mal, invita a la reflexión sobre la lucha interna de estos sentimientos. Todos poseemos un grado de locura que en cualquier momento puede estallar, estando en constante conflicto moral, respirando tal vez la frontera de lo incorrecto. Ese es el mensaje de la película, el cual Nolan hace que acariciemos de una manera inimaginable.

   Por eso el aspecto cansado de Bale, y sin duda, creo que Nolan quiso efectivamente que su «Bruce Wayne» luzca así: confundido, devastado, arrastrado por sus traumas y con un sentimiento de culpa conmovedor ya no solo por lo de sus padres, sino por la pérdida de la mujer que ama. Por eso también, es que Batman prefirió ir en busca de Harvey Dent (notable actuación de Eckhart), ya que Bruce Wayne quería escapar del traje, del mundo bajo las sombras en que vive, de actuar fuera de la ley.

   Heath Ledger, si quiso hacer historia en el cine y volverse cinematográficamente inmortal, lo consiguió, dejando como herencia a éste nuevo Joker. En los diccionarios desde ahora deberían especificar como sinónimos de las palabras «maldad», «confusión» y «locura» a: «Joker interpretado magistralmente por Heath Ledger». El nuevo Joker queda un escalón (a mi parecer) por encima del personaje de Bardem y en una lucha titánica por ocupar el primer lugar con el «Hannibal Lecter» de Anthony Hopkins. «La amoralidad es como la gravedad, solo necesitas de un ligero empujoncito», fue la frase con la que cierra una actuación muchísimo más que notable e increíble, resumiendo con esta frase toda esa secuencia de tentaciones hacia Batman y ciudad Gótica, habiendo transformado a su hijo predilecto y en el cual Batman había depositado todas sus esperanzas, en un ser literal y espiritualmente desfigurado.

   El Joker reconoce que Batman es un ser incorruptible, pero que está loco al igual que él, que ambos se necesitan, uno del otro, para sobrevivir. Así fue que al salir del cine, dos interrogantes vinieron a mi mente: ¿Es posible que para estar cuerdo, necesites impregnar tu vida con algo de locura?, y ¿tenemos indefectiblemente doble moral? Bueno, para concluir, cierro este comentario con una última pregunta tanto a las personas que han visto la película, como a ti Alberto, ya que tu comentario sobre esta última entrega de Batman, me invita a hacerla – excelente tu crítica -: ¿Alguna vez hemos podido reflexionar sobre cuestionamientos psicológicos y morales al terminar de ver una cinta basada en un cómic? Es el gran logro de la película, la cual pasará a la posteridad. Me atrevo a decir que «The Dark Night», vendría a ser «El Padrino II» de las películas de ficción.

Guillermo.

   Respuesta de Alberto Servat: Yo no soy lector de cómics y no me atrevería a responder por todos, pero te diré que algunas otras películas de acción me han llevado a pensar en todo esto. En los últimos meses, «Beowulf» me llamó la atención porque dejaba la idea de que el poder corrompe incluso a los héroes. Lo que me parece extraordinario en este caso es que todos pensemos en ello, no solamente algunos. Es como si la lectura de este Batman fuera mucho más directa y sacar conclusiones fuera inevitable.

Publicado por: Guillermo

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Julio César.

LOS ANTI NÓBEL, AUNQUE USTED NO LO CREA…

septiembre 2, 2008

   -A mí que no me retraten con este grupo…

   No te digo, hay noticias que sorprenden. Aunque esto en verdad no es ‘noticia’, digamos que frivolidad interesante. O eso creí yo, comentándolo con amigos me dijeron que sí era importante porque ‘informaba’ sobre investigaciones curiosas que se desarrollan. Eso me hizo pensar: está bien, suena estrambótico, pero ¿y si no es cómo lo señalaban en ese reporte, tonterías, y sí hay un interés superior detrás? Pero suena tan difícil de creer. La revista sobre humorismo científico ANALES DE LA INVESTIGACIÓN IMPROBABLE, premia cada año los descubrimientos e investigaciones ‘científicas’ más estrafalarias que puedan imaginarse. Así como hay una lista de los mejor vestidos y su otra cara, lo peor, así ocurre con la ciencia. Se dan a conocer después de las nominaciones al Nóbel, en una forma de parodia anti Nóbel, con categorías y nombres de premiados.

   En el reglón Nutrición, destacó Brian Wansink, de la Universidad de Cornell, por estudiar el comportamiento alimenticio de personas a las que se les sirve un plato sin fondo de sopa, del cual nunca se acabará su contenido (¡de sopa, por Dios!). Me pregunto, ¿no podían inventar una bolsa de maní sin fondo, una donde se comiera hasta reventar y que siempre quedara? Uno imagina que quieren saber qué tanto o cuánto puede comer alguien frente a semejante plato. La verdad que extraña que no se hubiera estudiado esto mucho antes, todo el mundo sabe del horrible drama mundial del exceso de alimentos en las mesas. No se crean, el estudio tiene su pega, imagínense que se compara el comportamiento de Mafalda, la eterna niña de Quino, con su odio visceral por este vil brebaje, y un somalí, por ejemplo.

   En Economía ganó un taiwanés, Kuo Cheng Hsieh, quien patentó un dispositivo que lanza una red para capturar ladrones de bancos. ¡Suena tan científico! Pero no sé, yo sospecho de este ingenio en particular; uno no puede evitar creer que se lo robaron… al Coyote. Y si a ver vamos, e intento ser totalmente serio en esto, los robos a bancos lo son, ¿por qué no una trampa de piso frente a cada cajero o a la entrada de las bóvedas? Lo de la roca que cae no es recomendable bajo ningún concepto, eso siempre es un problema, se atasca y entonces hay que ir a saltar sobre ella para que caiga, y nunca lo hace en ese instante, siempre cae en el momento menos indicado, que es cuando uno baja y pasa por ahí.

   En Física si es verdad que no entiendo bien el estudio en particular (no tengo preparación científica), pero se premió a L. Mahadevan, de la Universidad de Harvard, y a Enrique Cerda Villablanca, de la Universidad de Santiago, en Chile (seguro que tal dato no lo usarán en esa bonita propaganda que tiene en el cable, se ve bueno ese instituto), reconocidos por su exhaustivo estudio sobre el cómo se arrugan las sábanas. ¿Verdad que suena muy extraño? parece cosa de aerodinámica o algo así. ¿Sábanas que se arrugan? ¿Y eso para qué sirve? Tal vez se busca un método para que no ocurra. No se crean, el arte de dejar una cama bien tendida no lo domina todo el mundo, y ahí me incluyo. Pero en verdad cuesta visualizar el estudio en sí; y repito, no tengo formación técnica.

   En cuanto a la Química, la gloria recayó sobre el japonés Mayu Yamamoto (siempre creí que lo del apellido Yamamoto era cuento de vieja series como Mazzinger Z), por su método para extraer vainilla de… (redoble de tambores, por favor, esto no puede anunciarse así como así) excrementos de vaca. Y no haré comentarios al respecto, únicamente que este es uno de esos casos donde se piensa, de primera pasada, que la ciencia ha llegado demasiado lejos. Bueno, otro comentario más, ¿tan difícil es producir vainilla que hay que buscarla así? No, amigos, frivolidad aparte, este estudio debe, porque ‘debe’, buscar otros fines, tal vez como obtener proteínas, o vitaminas o… cualquier cosa reutilizable de los excrementos eso, porque si únicamente es para producir vainilla, a este señor deberían investigarlo en un estudio aparte.

   El anti Nóbel de Medicina fue para la dupla conformada por el británico Brian Witcombe, y el estadounidense Dan Meyer, por su estudio sobre los efectos colaterales de introducirse espadas por la garganta (algo que, no sé ustedes, pero a mí me ha inquietado toda la vida, hay noches en las que ni dormía). Y sin embargo, llegaron a conclusiones no tan sorprendentes como cabría esperar, es verdad, al parecer tal práctica produce irritaciones. Bueno, misterio resuelto, algo menos de que preocuparse. Señor, ahora me siento mejor.

   En Aviación (¿existe un Nóbel sobre esto?), lo reclamaron los argentinos Patrici Agostino, Santiago Plano y Diego Golombek, por comprobar que el Viagra ayuda a los hámsters a recuperarse del desfase horario que  provoca volar (?). Posiblemente se diviertan más también. Y ahora nuevamente una nota particular, imagino que estos señores estudian en verdad la manera de contrarrestar esos malestares de volar, que la gente los soluciona toda empíricamente con un trago, pero recomendar Viagra suena extremoso, así que seguramente buscan el elemento activo de la pastillita azul que ayuda en este caso en particular; porque no irán a decirnos que únicamente les interesaba saber sobre el confort de los animalitos estos al volar. Particularmente nunca me siento junto a uno de ellos cuando viajo, molestan más que un sobrino inquieto.

   Finalmente, uno de los galardones más importantes por todo lo que conlleva y significa: el anti Nóbel de la Paz, el cual ha recaído en el proyecto (¡¡¡parece que es verdad, no un cuento como uno imaginaba!!!) de un laboratorio estadounidense que busca crear una bomba que provocará la homosexualidad en el enemigo, sembrando el caos, y el relajo, en las filas contrarias. ¿Será  cierto? Y aquí se abre un debate de interesante discusión: ¿provoca tal bomba una cosa rara como un momento de locura, que perdonaría la empresa, donde los aguerridos marienes dejan caer sus armas para caer en brazos del compañero, o compañeros, para mayor confusión? ¿O es algo más permanente? No se crean, este tiene su miga, si un deseo del tipo que sea puede ser explotado así (palabra que se aplica a muchas cosas), otros también pueden ser provocados, y no hablo de los carísimos Channel número 5 ni nada de eso. ¿Se imaginan un ‘vamos querida’; ‘no, me duele la cabeza’; ‘ah, mira, huele estas galletas que te preparé’? Aunque drogas de estas ya existen. Por otro lado, si uno lo  piensa más, el efecto en las tropas debe ser de locura en un momento de batalla, ya que ejércitos de tendencias homosexuales ya los ha habido en la historia, como los espartanos, y parece que eran de armas tomar.

   Realmente, ¡hay gente que se ocupa de unas cosas! Y lo digo tanto por los científicos, como por la gente que lleva la lista. Mira y que los anti Nóbel.

Julio César.